lunes, 27 de junio de 2011

La rebeldia de ayer, hoy y siempre...

Amigos les comparto un ensayo de Benjamín Cuellar, que expresa muy bien el sentir mío y de muchos otros salvadoreños que nos consideramos revolucionarios, ante la falta de moral revolucionaria y ética del máximo dirigente del FMLN




Benjamín Cuéllar (*)

SAN SALVADOR - Hace casi sesenta años nació un niño que en un corto tiempo, veinte años nada más, se incorporó a las filas de las y los rebeldes que –a inicios de la década de 1970– no querían vivir en un país donde las mayorías populares sufrían tanto. Sufrían por la exclusión económica, social y política imperantes en un escenario donde las instituciones estaban secuestradas por grupos de poder intocables. De él, Salvador Samayoa opinó que durante el conflicto armado había sido un militante y dirigente con “brillo y fogosidad”. Se trata de quien su nombre de guerra fue “Milton Méndez”, integrante de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”; las famosas y aguerridas FPL. El órgano oficial de esta legendaria organización guerrillera era un boletín llamado precisamente “El Rebelde”, impreso en mimeógrafos artesanales desde la obligada clandestinidad y no en la Imprenta Nacional como ahora.

Fundada el 1º de abril de 1970 por su líder máximo, Salvador Cayetano Carpio o “Marcial”, y unas cinco o seis personas más “ante la necesidad histórica –según sus “Bases estatutarias”– de dotar al pueblo de sus instrumentos revolucionarios de lucha frente a la defección de las organizaciones tradicionales de izquierda, especialmente el P.C.S., hundidas en las corrientes de derecha del oportunismo, el revisionismo, el reformismo burgués, el economismo y el burocratismo se plantearon impulsar la guerra popular prolongada como estrategia de lucha”. Para quien no lo sepa, el PCS era el Partido Comunista Salvadoreño.

Las “Efe”, como era conocida la guerrilla que desde siempre reivindicó a Martí como un auténtico comunista, explicaba en el citado documento el porqué de su nombre. “Fuerzas” encerraba lo que eran en sus inicios; “también la perspectiva del desarrollo inmediato y futuro de esta organización revolucionaria”; “Populares” por no ser un ente “aislado del pueblo (…) sino un producto del mismo”, que era y debe ser “el creador de su propio destino –afirmaba la “Felipa”, como también se le llamaba a la “orga”– y el único que puede llevar hasta la victoria final la causa de la revolución y construir el futuro régimen socialista”. “De liberación”, porque era eso justamente lo que se pretendía alcanzar: la “liberación de las garras del imperialismo yanqui; de la burguesía interna; de los sangrientos regímenes de los opresores, sostenes de las clases explotadoras, para que sobre la base de la destrucción del poder de las clases dominantes explotadoras, llevar a cabo su Revolución Popular hasta la construcción del Socialismo”.

¡La rebeldía en su más alta expresión! Tanto más que la de los “revisionistas” del PCS, que en aquella época −decía las FPL− era una “retranca” para la inevitable lucha armada. Pero la indocilidad de Carpio y el “núcleo inicial” que inspiró a tanta gente, no duró para siempre. Con el paso del tiempo y la guerra, sumado a un escenario político y económico mundial muy distinto de 1989 en adelante, las definiciones y las decisiones fueron cambiando dentro de las FPL. Era entendible pero no justificable, sobre todo después de una discusión política e ideológica interna que culminó con los terribles hechos criminales ocurridos en Managua, Nicaragua, en abril de 1983: el cruel y repudiable asesinato de Mélida Anaya Montes o “Ana María” junto al suicidio de “Marcial”.

Pero ahora, a principios de la segunda década del siglo veintiuno, “Milton Méndez” ya no existe, ya no da para más; su lugar lo ocupa Medardo González, diputado y secretario general del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El FMLN, ¡sí! Pero no aquella suma de voluntades que derrochó entrega y sacrificio, desde su fundación hasta el 16 de enero de 1992 cuando su máxima dirigencia firmó un documento llamado “Acuerdo final de Paz”, en el flamante castillo de Chapultepec allá en la capital mexicana. Ya no es el de las y los combatientes hinchados de épica bravura, imaginación y creatividad; no es más el de las decenas de miles de salvadoreñas y salvadoreños que en el campo y la ciudad se integraron a la lucha política dentro del mismo o que colaboraron en el esfuerzo; tampoco el de de las y los internacionalistas, que incondicionalmente dejaron su vida en estas tierras. Aquella enorme y mítica fuerza insurgente que generó tantas simpatías y esperanzas, dentro y fuera del país ya no existe, igual que “Milton Méndez”.

No, por favor. Ahora es el partido electorero cuyo secretario general –el mentado Medardo González y no el rebelde “Milton Méndez”– critica a Belarmino Jaime, Rodolfo González, Florentín Meléndez y Sidney Blanco por hacer bien su trabajo; por no ser ni “fantásticos” ni “magníficos” sino, simple y sencillamente, algo que este país no conocía pero ansiaba tener: funcionarios que funcionan de acuerdo a su mandato constitucional. Gente normal que cumple con eso que debiera ser la regla y no la excepción en la administración estatal.

“No es correcto –dijo hace poco González– que simple y sencillamente asumamos una postura, que se entre a un estado de rebeldía (…) No compartimos la actitud de cuatro magistrados de declararse en rebeldía; es peligroso para la estabilidad y gobernabilidad”. ¿Y no cuando era joven fue rebelde sabiendo el gran riesgo en que ponía a la “estabilidad” y a la “gobernabilidad” de entonces? Ese argumento junto al de la agresión comunista y otras torpezas más, eran parte del discurso oficial.

Y ahora, ¿quiénes realmente están llevando al país a una situación de inestabilidad e ingobernabilidad? ¿Quiénes se oponen, por sus intereses mezquinos mal disfrazados con un discurso que sólo “convence” a sus incondicionales, a que este país comience de verdad su necesaria transición? ¿Quiénes han provocado que alguien parecido a un “jefe de escuadra” en la guerrilla, como lo es el director de la Imprenta Nacional, se “rebele” contra un “mando superior”? ¿Y quiénes ponen lo mejor de sí, a pesar de los pesares, para que de una vez por todas salgamos de esta “posguerra popular prolongada” de casi veinte años, en la que el sacrificio sigue siendo del pueblo? ¿Quiénes son los justos “rebeldes” y quiénes los poderosos “enemigos”?

Para colmo de males o de bienes un miembro de su partido, porque se afilió convenientemente para sentarse en la silla presidencial, dijo hace unos días en México − donde fue condecorado en el mismo castillo de Chapultepec− que el FMLN le ha estorbado. Bueno, no fue eso exactamente lo que expresó; pero en esencia a eso se refería. En concreto, lo acusó en estos términos: “Tuve que haber construido un pacto social desde el primer día. No lo hice porque tuve que enfrentar al FMLN, que pensó que había ganado la presidencia y que se podía vaciar en el gobierno”. Como dice la inigualable canción: “Usted es la culpable”. ¡Usted! Esa organización heroica… hasta hace casi dos décadas.

“El liderazgo del FMLN −continuó sentenciando este señor que parece se encantó con la fantasía de Disney− no entendió el tipo de gobierno que se podía hacer. Si hubiera entendido desde el principio lo que se podía hacer y lo que no, nos hubiéramos podido enfilar hacia ese pacto social”. Medardo González el opaco y apagado, no “Milton Méndez” el brillante y fogoso, junto a sus actuales “compañeros de viaje” −las y los antes “revisionistas”− son culpables hoy de todas las angustias y los quebrantos de quien ahora les restriega en su cara el necesario distanciamiento de “las aspiraciones históricas de la población”.

¿Cuáles? ¿Esas por las que tanta gente dio la vida, incluido el hermano del señor ante quien no se rebelan pese a lo que dice? ¿Por qué Medardo González y quienes pertenecieron a las FPL, por respeto a las compañeras y los compañeros caídos, ni siquiera le exigen una explicación? A Medardo no lo puede despedir por “pérdida de confianza”, pues lo eligió la gente y −al menos en teoría− se debe solamente a esa gente. Quizás podrán temerle quienes son parte del “gobierno del cambio”, pero Medardo no debería. ¿O es que el FMLN, con las armas, también entregó esas aspiraciones legítimas y aún pendientes que tienen que ver con la distribución justa de la riqueza, una seguridad real para toda la población y el fin de la impunidad que protege a tantos criminales?

Hoy por hoy −como antes y como siempre en este país− la injusticia social y la voracidad del capital, la irresponsabilidad de quienes dirigen los partidos políticos y las instituciones secuestradas por esos poderes, la inseguridad y la violencia, la falta de castigo y la “patente de corso” que así se le otorga a los más altos delincuentes, están perfilándose como las condiciones propicias para volver a lo mismo: a originar una situación sumamente arriesgada.

Ante eso, no queda más que aplaudir a los cuatro magistrados que trabajan por el país y a otros funcionarios, funcionarias y a una sociedad que desde la anónima y arriesgada cotidianeidad comienzan a rebelarse en el mejor sentido de la palabra. ¡Rebeldes ante el mal! Y además, no queda más que animar −tanto a la juventud como a toda la población decente− a que se siga el ejemplo de “Milton Méndez”; no así el de Medardo González. Porque la rebeldía no se acaba con la juventud sino con la picardía. Por ello: ¡La rebeldía y la imaginación al poder!

P.D.: ¿Se le puede enseñar a Medardo aunque sea a hablar, como dijo alguien de un excandidato presidencial? ¿Se fue del país la esperanza en un jet privado o en el boeing 743?

(*) Columnista de ContraPunto

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